He visto emerger mi isla
rasgándole al mar su cielo
He visto alfombrar sus rocas
al acabar los inviernos
con pino, drago, palmera,
aulaga, retama y brezo.
Al lagarto, bajo el sol,
con su perfil soñoliento.
Por el aire, a las pardelas
arando surcos de viento.
Más de todo lo que he visto
nada apaga el recuerdo
del día en que vi a mi isla
enamorarse del cielo.
Hoy lo voy a revivir
con el ritmo de unos versos
tan simples como yo mismo,
tan breves como mi aliento.
Mi isla, de pronto, presa
de un irrefrenable anhelo
quiere alzarse, y con su cresta,
besar el azul inmenso
Se contrae, palpita, tiembla,
se agita con desespero
y convulsionada, revienta,
se desangra en lava y fuego.
Piroclasto, arena y piedra
se acumulan, construyendo
un alto cono que reza:
¡Espera, que subo, cielo!
¡Te deseo, te deseo!
Teide...seo... Teide...seo...
En vano gimen las grietas
implorando al firmamento,
en las distantes estrellas
la respuesta es el silencio.
Luego, queda adormecida
y se apaga su lamento
mientras cierra sus heridas
con las caricias del viento.
Más mi isla, de noche, aun sueña
y Ucanca se llama el lecho
donde la tierra espera engendrar
hijos del cielo.
Luis Almeida
24 de Mayo de 2008
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