Probablemente, mientras suena mi canción
la luz de la vida es sepultada bajo una explosión,
y los hombres, inermes, caen al son del Kalashnikov.
La guerra añade muertos a su colección.
Una gota de vida resbala por la pendiente del tiempo,
y en su lenta caída hacia la madre del mar,
inocente, recibe los golpes de los antagónicos vientos,
y el calor de la pólvora la quiere quemar
Yo no quiero ser la res que llevan al matadero
ni que sientas pena al verme en tu tele digital
No morir sacrificado como si fuera un cordero
Ni ser, despectivamente, un daño colateral
En la ciudad asediada hay otra casa vacía.
En sus grifos ya no hay agua ni hay calor en la cocina
No hay quien encienda sus fuegos
no hay quien prepare comida
ni techo en el dormitorio
murieron mientras dormían.
Sepultadas bajo escombros hay cien palabras perdidas
añorando a los niños que les prestaron su voz.
Jugando en la superficie pisaron unas horquillas...
las minas antipersona esperaban la ocasión.
Un tiempo para nacer y poder abrir los brazos
Un tiempo para crecer, un tiempo de madurar.
Que Dios me libre de aquel, que en sus planes sanguinarios
me podría convertir en daño colateral
Que Dios te libre de aquel, que en sus planes sanguinarios
te podría convertir en daño colateral.
Luis Almeida
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